Hay dos maneras de apropiarnos de los beneficios que tenemos por ser hijos de Dios: una nueva vida, una vida bendecida, sanidad, libertad de toda atadura, prosperidad, la bendición de su presencia, paz, protección, seguridad, y muchas cosas más.
Una es creer en la obra completa de Jesús en la cruz. La otra es confiar en nuestras obras o esfuerzos humanos. Pero hay una tercera opción y es la mejor, trabajar con Dios, es decir, lo que Dios ya hizo y lo que nos toca a nosotros. Los discípulos fueron por todas partes y predicaron, y el Señor actuaba por medio de ellos confirmando con muchas señales milagrosas lo que decían, Marcos 16:20.